Así fue como aprendí a ganar. Crecer y ganar. Ganar en mis propios términos
Estas líneas son la historia que decidí contar(me) cuando intercambié las coordenadas de provincia por las de la capital
{Hace un tiempo vengo pensando en lo bien que han resultado las cosas. Tengo reuniones todas las semanas y cada día representa un reto completamente nuevo. Nunca imaginé que como economista podría terminar trabajando en relaciones públicas, y —lo que más me sorprende— que trabajar en PR sea un reto a nivel estratégico tan fuerte.}
En mi propia terminología para entender el mundo he acuñado dos términos que repito a menudo con cuanta persona me cruzo. Hard (la primera parte del periódico): economía, política, negocios internacionales y finanzas. Soft (la segunda parte del diario): arte, gastronomía, moda, bienestar, belleza, diseño y más.
Estas dos palabras unidas por un puente de incontables anécdotas representan para mí el salto de lo que tenía que hacer a lo que quería hacer. “Venir de Cusco a la capital a los 16 años para estudiar Economía” representaba la ficha más prometedora en términos hard. Dejar de lado mi futuro como economista en el mundo corporativo y “abrir mi propia agencia de PR para marcas de lujo y estilo de vida” representaba —y fue— la apuesta por lo soft. Este cambio de lo hard a lo soft fue crucial para crecer. Crecer y ganar. Ganar en mis propios términos.
De esa muda ya pasaron diez años. Terminé la universidad, hilvané amistades, exploré trabajos, diseñé rinconcitos solo míos, le perdí el miedo a bailar salsa con extraños, me mudé cuatro veces, pasé domingos de completa soledad escuchando mi Bossanova favorito Quiet nights of quiet starts y, construí el sueño de poder liderar mis tiempos desde mi propia agencia.
Todo eso en Lima. Una ciudad de sabor, historia y tradición si sabemos explorarla; buscando ese romance que uno debe construir con el lugar que decide llamar hogar.